martes, 13 de mayo de 2014

Te detuviste en el paso de cebra. Entre dos edificios alcanzaste ver el mar a lo lejos antes de que cruzara un autocar de línea centro. Una brisa marina te acarició el rostro y se coló por el cuello de tu camisa hacia tu espalda donde te produjo un escalofrío que sentiste hasta en lo más profundo de tus antípodas. Seguiste tu camino preguntándote si era todo aquello lo definitivo, si no había algo más estimulante que eso. ¿Olería el mar igual en todas partes? No lo creías. De buena mano sabías que el pachuli estaba extendido por el globo y que podías apreciar incienso asiático en la península Ibérica. Te preocupaba la transparencia. Mostrar tu culo sin pelos y tu lengua con resquicios de clorofila. Lo demandabas fresco pero te lo estaban sirviendo caducado. Los kilómetros habían hecho que la carne perdiera firmeza y color. El olor no era fiable y tu te la olías. Pero te daba igual porque confiabas plenamente en que la economía la sostenían los poderosos y que para llegar hasta allí tenían que haberle dado al coco de alguna manera. Los listos. Esos que fueron niños. Niños crueles. Con esa mentalidad de autoproteccionismo claro era que el trasero ajeno estaba más cotizado que el tuyo propio. Pero te alimentabas bien y la grasa de tus nalgas te proporcionaba un efecto cojín al apoyarlo en superficies duras. Y es que, verídicos eran los casos de sinónimos de silbatos que habían pintado cuadros con líneas tan perfectas que hasta el pulso más sensible de un artista esquizofrénico sería incapaz de plagiar.

lunes, 5 de mayo de 2014

Consciente de la necesidad de formación en estos tiempos te llevaste un atlas con el fin de no perder el norte. En las conversaciones dentro del grupo social te esforzabas con esmero en entender la jerga y encontrarle la gracia a los chistes. A la hora de abandonar el piso te calzaste tus tacones con los cinco sentidos en ello. Eras novata en andares de altura y por todos es bien sabido que en los cascos antiguos de ciudades Europeas hay adoquines. Tu salvación la encontrarías más adelante en un desorientado conductor de ciclomotor con tubo de escape ruidoso que no anda una mierda. No lo conocías más que de verlo por el instituto. Una o dos veces al mes, pero la moto refrigeraba por agua y pillaba los sesenta pasados. Lo suficiente para ir a velocidad ilegal por las avenidas del centro. El supuesto Valentino lo flipaba rememorando temas de Javi Cantero en su cabeza. Sus letras eran la única literatura que conocía. Quizás si hubiera asistido a clase de física en los últimos días habría aprendido algo sobre velocidad e inercia. El neumático pierde adherencia en un paso de cebra los días de lluvia. Han caído cuatro gotas. Ahora las rodillas de la cenicienta se han destrozado sin ser ella la causante. No entiende nada. Suerte que en España la educación es gratuita.

viernes, 25 de abril de 2014

Le han dado beca a tu culo para que puedas seguir perdiendo tu tiempo en pintarte la raya del ojo en el ojete, redundante a modo de diana para dardos en cafetería. La tapa de queso manchego te recuerda a los besos que intercambiaste con la hipocresía de unos pechos que se vinieron a bajo cuando tu te viniste arriba. Colgantes y tenebrosa la mente de los ingenieros que diseñaron su sujetador. Las valoraciones negativas sin fundamento ni objetivo casi te impiden conocer el significado de un hoy que fue mañana. Te produce estreñimiento cerebral con afectación cardíaca y posterior pérdida de dignidad sentenciado por grados. Necesitas un motivante detonante. Ganas de cagar de pie caminando con una sonrisa en la cara mientras saludas al vecindario. Les quieres como son, horrendas personas. La desgracia ajena te produce una tranquilidad placentera. La disfrutas mientras escuchas música a volumen moderado y buscas fuente de financiación en tu fosa nasal izquierda. Debiste cortarte las uñas, has llegado demasiado lejos y te has reventado una vena. Sangras y decides colocarte un algodón de color rosa igual de hortera que un calcetín blanco. Blanco perfecto como tu. Pero sigues teniendo tus opciones. De eso se trata la vida. Podrás consagrarte como una crisálida humana integral con reconocimiento oficial. Reirás y serás feliz.

miércoles, 9 de abril de 2014

Divisaste las alargadas siluetas con casco de soldado. Demasiado violenta la situación, por eso decidiste arrancarte los ojos y buscar consuelo en comprar un labrador retriever. Te pusiste colorado y eres de derechas. Prefieres no recordarlo. Caveman se aprovecharía de la situación recolectando hortalizas que consumirías si se encontrasen en un compartimento de tu nevera pero que no son aptas para la venta en supermercado. Sigues confiando en la suerte. Te han concedido una prorroga de dignidad con visado por ocho horas. Observas la celebridad conducida por chófer en limusina. Contraste con la litrona que sostienes y de la que has perdido el tapón nada más abrirla. La lluvia te salpica, será mejor que te esfumes porque el impuesto de circulación que has pagado no te lo convalidan. Tu dinero vale lo mismo que tu palabra. Juzgas la conducción de la gente que ves a tu alrededor. “Si utilizan el freno de mano para arrancar en esta calle que apenas tiene pendiente será que no son de Vigo”, afirmas con orgullo de tacto de embrague para ti mismo. El efecto de separación magnética de sustancias estaba haciendo efecto. Rememoras trastorno del lenguaje con raza canina de origen pampero. Era lo que todo el mundo quería, pero nadie era realmente tan punky como para dar el paso. Ni siquiera el tupé o la camiseta con la boca sacando la lengua de los Rolling. Dar la espalda, eso era de lo que se trataba. Tripeaste viéndote en televisión al mismo tiempo que suplicabas una de los Beach Boys al Dejota. Cuando tu cuerpo asimiló el estado de alarma después de contar tres patrullas de la Nacional y once barrenderos con chaleco reflectante estabas a tiempo de salvar la situación. El chicle de menta aún tenía sabor. Se mascaba la tragedia.

miércoles, 2 de abril de 2014

Lo ruegan, no lo piden. Disléxicos apaguen armados y dejen de pensar en la dieta mediterránea. En la muchedumbre un mamífero sin ubres y sin descendencia Asturiana rememoraba anécdotas en el centro internado junto a su amigo. Amigo con nombre de prepucio sin sufijo. Con esa denominación la cosa pintaba pepino. La primera vista fue digna de póster con Blu-tack en pared de gotelé. La vivió como protagonista de peli de los 80, con su colega o colegote. Éste se dopaba, pero tenía claro su futuro en la corrupción con disfraz y coreografía. Y así conoció al fantasma. Lo presenció con un escalofrío y dolor en las nalgas. Como era buena persona lo celebró posteriormente mientras repasaba el sistema internacional de unidades. Pero en solitario, a capella. No contribuyó al pandilleo en balcón con representante zaragozano. Él amaba su tierra; incontrolada era su adicción a la intoxicación por ingesta de berberecho. Y se deslizó por la pista de baile como tragos por su gaznate. Simulaba patinaje sobre hielo. Me pregunté como hubiera sido esa práctica en otro terreno. Tierra batida, asfalto. Lo había visto antes... Me acordé de la moqueta y de la calefacción. Con buena luz, sería fantástico, seguro que hasta le sudaba el mostacho.